Tengo vagos recuerdos, de cómo era aquella casa...
Recuerdo que el portal tenía una gran puerta de madera, vieja, oscura y de ella colgaba una aldaba negra, que pesaba tanto ke había que agarrarla con las dos manos, para poder golpear la puerta, afortunadamente también había telefonillo. Al abrir el enorme portalón crugían las maderas, tan fuerte, que entraban escalofríos, de oirlo... el crujir daba paso a una enorme entrada solitaria y vacía, de paredes blancas, sucias y dañadas por la vejez, dos enormes columnas y un viejo cuadro ocupaban aquel recibidor de techo alto del que colgaban numerosas telarañas.Otra puerta serparaba el recibidor, de la casa de mi padre, esta era una puerta no muy grande, pero si muy vieja, la carcoma la había devorado y a penas tenía forma alguna. Al atravesarla, un fino pasillo conducía a la casa, su puerta también de madera e igualmente en ruinas, con dos grandes cerrojos, viejos y oxidados, en los que costaba introducir la llave.
Cuando entrabas en la casa, pensabas que no tenía nada que ver ella con el portal que la presentaba, pues era una casa acojedora, cálida y muy luminosa, vamos, todo lo contrario al portal. Sus grandes ventanales dejaban pasar una luz destellante probocada por la niebla.
Podías ver la cocina y el salón porque no había muro alguno que los separase. la cocina estaba a mano izquierda, era recogida pero viva, tenía una mesa de madera donde nos poníamos a comer. Y el salón formaba parte tambien de un pequeño estudio para pintura.
Un pasillo daba paso a una entrada no muy grande, pero a los pies, tapado por una cristalera, había un pequeño pozo que Monste y mi padre habían encontrado, ellos mismos lo limpiaron, iluminaron y lo acristalaron. Dejando a un lado aquel recibidor, sólo quedaban dos puertas, un baño del que me encantaba su bañera baja y una habitación con un pequeño balcón desde el que se ven las montañas de Cuenca.